domingo, 15 de junio de 2008

Me gustaría escribir un texto que, al leerlo, la gente se emocionara, como si estuviera leyendo a Goethe.
Me gustaría practicar la escritura automática, casi sin pensarlo. Que las palabras fluyeran sobre mi sin el mínimo esfuerzo.
Es contradictorio que tenga que pensar en cómo hago una de las cosas que más me gusta, y sin embargo lo demás lo realizo por impulso.
Medito cada palabra. Miles de ideas se juntan en mi cabeza y planeo la manera de ordenarlas, con una finalidad más estética que funcional. Porque quiero que algún día un texto mío provoque la misma sensación que me causa a mi la buena literatura.