El amor lo ubicamos en el corazón cuando en realidad siempre ha estado en los ojos.
No solemos enamorarnos de algo que a la vista no nos gusta, o al menos esa es la primera razón que nos lleva a este estado. Una vez dentro, después de haber llegado más alla, el corazón enferma y toma a la razón por médico, aunque luego no le admite consejo ni sigue sus recetas.
Lo único que descubrimos al final, es que “con todo eso y a decir verdad, aún en nuestros días de avanzada medicina, razón y amor nunca hicieron buenas migas.