Cuando abrí este blog lo hice con el convencimiento de que lo usaría cada vez que algo me apretase desde dentro y no quisiese dejarlo salir sin que ello implicara hablar en alto que, por lo general, y aunque no soy una persona tímida o callada, hablar sobre mi misma es algo que me cuesta bastante, pero deja de ser así cuando me pongo al teclado.
Poco a poco, sin embargo, este blog se ha convertido en un diario en el que escribo sobre mi vida, casi siempre la interna en versión subjetiva, porque soy tan de acertijos como de desatar mi furia en modo pasivo-agresivo. Si, pero no. No, pero sí. Tu sabrás. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Iba a decir que fue sin querer, pero en verdad me lo he buscado. El 10 de septiembre aterricé en esta ciudad, Londres, para quedarme por segunda vez pero esta fue con equipaje ligero porque sabía que sería un viaje con fecha de caducidad y con mucha, mucha menos compañía. A decir verdad ya llegué sin ganas, de espaldas, pensando en los seis meses que me esperaban convertida en robot, apretando por las mañanas el modo ON y desenchufándome por las noches para ahorrar baterías, pasando los días en este empire state of zombies, que se piden perdon al rozarse sin querer y se ven sin mirarse.
No tendría ningún sentido que me pusiera a hablar sobre lo impresionante que es la abadía de Westminster con su emblemático Big Ben justo al lado o del London Eye, el ojo que ni ve ni siente, porque no tiene corazón, como no lo tiene ningún zombie.
Hoy es domingo, son las 16 de la tarde y estoy en urgencias. No me ha pasado nada grave, de hecho es bastante ridículo caerse al bajarse del bus y hacerse un esguince, pero aún lo es más ver las caras de los que te rodean como preguntándote a qué esperas para levantarte. Hoy, después de dos meses aquí, he decidido que ya he tenido suficiente, que no me gusta esta ciudad ni el frío que la envuelve. Y no me refiero a los menos X grados que nos esperan dentro de poco -de hecho el tiempo es el único que de momento se está portando bien- si no al frío humano. Caminamos todos en masa por la estación de Green Park porque somos demasiados muertos vivientes y ya no cabemos en esta ciudad que de repente tiene más de 8 millones de nosotros, gente con la mirada perdida, andando rápido, programada para (intentar) no llegar tarde. Gente que vive para trabajar, en lugar de trabajar para vivir.
Yo no viajo, no me considero turista porque no camino por las ciudades mirando todos los edificios, sacando fotos a cada uno de los emblemas de la ciudad que después subiré a Facebook para que todos vean que he estado aquí. Yo vivo en las ciudades, me gusta conocer a la gente y estoy abierta a todo lo que cada una de las personas me puede -y a menudo me quiere- ofrecer. Porque cuando te interesas por algo o por alguien, recibes todo a cambio. Ayer entré en el metro con mi actitud positiva de quien se levanta sin poner a repetir el despertador por las mañanas y a cambio recibí un empujón propinado por una señora que al parecer no tenía programado en su cerebro el pedir permiso si quería pasar. Y es que hay casos en los que sí es mejor pedir permiso que perdón.
Como ya he dicho, me importan un bledo el Big Ben y Westminster, pero lo malo de todo esto es que un bledo es también lo que empiezan a importarme todos y cada uno de los zombies que hacen de esta ciudad una ciudad con demasiada gente y muy pocas personas.
Nunca en mi vida he tenido que hacer un esfuerzo por convencerme a mi misma de que “tengo que estar bien” porque estoy en una ciudad nueva conociendo a gente nueva y la verdad es que esta ciudad me empuja a hacerlo. Pero voy a dejar de ser tan negativa. Es cierto, me he quemado, estoy cansada de tanta superficialidad y del contraste con el que puedo compararla después de haber pasado casi seis meses bajo el cálido sol – y la ferviente gente – de Marruecos. Quizás ya no puedo poner la otra mejilla, pero aún puedo hacer algo: puedo reafirmarme en el hecho de que Londres me importa un bledo. Puedo seguir pensando que realmente todo lo que hago y donde esté carece de sentido y no va a hacer que cambie nada en la tierra (aunque de cara al futuro pretendo que eso que acabo de decir ahora mismo desde el departamento de emergencias del hospital cambie cuando escriba desde otro lugar). Así que de momento seguiré pulsando mis On and OFF, para que al menos esta experiencia le sirva de algo a mi CV. Si no es a mi como persona, que me sirva a mi como robot.