Aquí terminas. Ya estoy en mi cama a pesar de que todavía son horas prudentes, pero quiero ponerte fin. Eres otro mas, un lunes de los cuatro que hay en la mayoría de los meses de un año que se presenta cargado de recompensas. Toco madera.
Pero aquí estoy, decidiendo escribir antes de dormir porque a veces pienso que entre lo laboral y lo académico no me dejo espacio a mi. Pero hoy es un día importante, hoy me he dado cuenta de que en realidad estos casi seis meses de capitulo, cuyo punto final pondré la semana que viene, he aprendido mucho.
Para empezar, no son las ciudades, soy yo. Alguien me preguntó que donde me gustaría vivir, donde me gustaría pensar en tener una casa a la que volver que fuese mía, donde poder poner las cosas que no colecciono de otros países por no cargar en maletas que hago y deshago. No lo se. Quizás no es que no me guste estar en Londres, aunque detesto los «perdona», «por favor» «las mujeres primero», tan repetidos hasta la saciedad que pierden el sentido. Falsa educación, falsa sonrisa de lifting. No es Londres, soy yo. El típico tópico de cuando una relación se acaba: no eres tu.. soy yo. Es la persona en la que me convierto cada mañana a empujones en el metro.
Pero he aprendido que marcharse es también una felicidad egoísta, aunque cuanto mas me marcho más me pierdo y más me encuentro a mi y menos egoísta soy después de haber aprendido que dejé de serlo cuando me di cuenta de que a veces la manera más generosa de amar es dejando ir. A pesar del frío de las videoconferencias familiares y de todos aquellos que, queriendo, nunca llegan a ser tú.
Todavía.
En mi viaje a Turquía conocí a un hombre que hacía caligrafía árabe. Le dije unas palabras en lo poco que se de la lengua y sonrió. Me dijo que tenía otra habilidad, que leía los ojos de las personas y que, según eso, añadía algo al dibujo. El mío fue un pájaro, me dijo que volaría.
Y el hombre tenía razón. Después de haber tenido en el el paladar el sabor del vuelo, bajo a la tierra pero sigo mirando al cielo. Es adictivo, es difícil dejar de hacerlo sabiendo que he aprendido más de la vida viajando que en años de ella sentada a la mesa de la escuela delante de un libro que contaba historias en versión conveniente.
Y así acabo con este lunes, cerrando otro de los diez días que me quedan para poner rumbo al país donde encuentro mi libertad y mi calma entre lo tabú y el bullicio. Destino Tanger.
