Hoy, viendo un video de The Killers, me he acordado de Brighton. Supongo que principalmente por la apariencia de los componentes del grupo, enfundados en pantalones pitillo que desvelan su estilo. O su falta d el, porque cuando un inglés se viste por las mañanas, mete la mano en el armario sin encender antes la luz. Y recorren las calles con tutús color rosa y camisas rojas conjuntadas con zapatos azules.
Pero esta peculiar característica no hace daño a la vista. Al contrario, tiñe de colores el gris de las ciudades de este país al que el sol casi no alcanza.
Brighton es bohemio. A la gente no le importa el dinero, sólo quieren tocar. Con sus guitarras a cuestas frecuentan los bares pidiendo unos minutos de atención. Y eso les llena.
Hasta los banqueros, con su imagen sobria y fría, miran por detrás de las cabinas suplicando auxilio. Y es que allí no hay cabida para la superficialidad. La gente solo quiere rock. Rock, y un abrigo para el invierno.
Desde luego fueron los meses más fríos de mi vida. Pero la gente seguía emanando rarezas. Chanclas con abrigos de visón y gente hablando sola, pensando en alto por la calle, todo alimentaba mi locura.
Y en medio de todo eso, Yo. Pero no mi Yo que se levanta por las mañanas para ir al gimnasio y trabaja de cosas que no le gustan para sacar dinero.
Mi yo que piensa en cosas que no interesan a nadie. El Yo que me gusta. El Yo que escribe.
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