lunes, 22 de diciembre de 2014

Bandera blanca.

Es domingo, técnicamente lunes porque pasa ya de medianoche. Estoy en mi escritorio intentando concentrarme en escribir, porque la situacion hace que sea necesario sacar esto a relucir y yo soy el unico reportero que puede describir este lado del mundo con precisa exactitud. Soy corresponsal, aunque esta vez me encuentro en casa y desde el viernes llueven bombas. La primera cayó hacia las 22.30 de la noche muy cerca de mi casa e hizo temblar los pilares. Venir de vez en cuando y echarme a andar por cada una de estas calles diseñadas a propósito de manera perpendicular suena a suicidio en plena guerra, pero uno no puede evitar querer volver al origen aunque sea sobre un suelo hecho ruinas.
He elegido ser un hombre en esta historia, porque crei que sería más apropiado por la dureza de las facciones de esta guerra. Tengo los rasgos muy marcados, la piel oscura y los ojos bastante hundidos con forma de almendra. Camino con las manos en los bolsillos como lo hace quien no le importa demasiado a donde va y me gusta el tabaco rubio, porque reduce la distancia entre la expectativa y la ansiedad. No soy de los que leen, o más bien miran, revistas con mujeres desnudas ni me gustan las noches artificiales que se fabrican los que frecuentan los bares en busca de falso amor. Por eso al llegar me puse a andar sin rumbo fijo, a pesar de la alerta roja que ya se habia anunciado en la zona.
Nunca me ha gustado conformarme con mantenerme a raya por el riesgo que suponía una alerta y es por eso, de hecho, que me hice en su día reportero de guerra. Hay que ir, ver y contar aunque la noticia queme en los ojos y al escribir sobre ello sientas la historia en tu piel, tan vivida de verdad... Hay que ver y oir para creer y asumir la realidad.
La contienda que estoy viviendo ahora empezó hace ya meses, en el sur, allá donde la arena del desierto llega a nublarte la vista, y continuó hasta ahora, cuando un golpe certero dio en terminarla de manera amarga pero ya obvia y pude ver desde mi ventana a mi bando sacando bandera blanca, que no ha tenido más remedio que rendirse después de intentos e intentos de tregua, porque el contrario sufre y termina por cambiar y tomar un camino de no retorno en el que no hay lugar para el perdón.
Después del último golpe, viene el proceso de reconstrucción. Por suerte, los aliados son suficientes, fuertes y experimentados, y aconsejan prestar atención al pasado para entender lo que ocurre en la actualidad. La historia, una base del periodismo, es algo que debe tenerse siempre presente para poder mirar de cara al futuro. Por mi parte, me he convertido ya en observador objetivo, después de cometer el error de implicarme y rendirme a demasiada subjetividad, pero ese es un fallo humano, el de adentrarse demasiado en las historias y, sobretodo en tiempos de guerra, es algo que no se debe hacer al menos sin chaleco antibalas. He vuelto después de otra ronda de reconocimiento sobre la ciudad, son ya la una de la mañana y huele más a derrota que tregua, pero para cambiar el color de las cosas he pintado las paredes color verde y en mi radio suena ahora Eric Clapton.



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