Dicen que es a partir de las 2 de la mañana, en nuestra cama, mirando al techo en plena oscuridad, cuando sabemos qué es exactamente lo que queremos. Aquí estoy, escuchando la banda sonora de “Into the Wild”, porque es una película que me inspira a pesar de su final. No son las 2 de la mañana, aún son las 23 de la noche, pero estoy cansada, relajada y esa sería una hora muy poco prudente para alguien a quien no le suelen llegar las horas del día. Es caso es que tal vez aún quedan tres horas y por eso no sé exactamente qué quiero, pero si qué no quiero. Quizás para no acabar tan cansada al final del día sería suficiente con unos grados menos y algunas personas mas, porque el calor aquí al sur suele ser aplastante. Sí, será eso, que sobra calor. Y tus ruinas sujetas por andamios de excusas. "Me cansé del trajín de los caínes y los abeles, con lo que eso duele, mire usted."
No me gusta cuando llegas e intentas llenar el vacío del silencio que provocaste por no saber enfrentarte, como la mayoría de los hombres cobardes, a una mujer que de haberte sabido bien ... llevo puesto un vestido rosa coral, por llamar a este color de alguna manera. En fin, que acabas de entrar por la puerta y esta hoja de word en blanco que pretendía ser un texto se ha convertido en un cúmulo de desvaríos, aunque no lo vayas a entender.
Dicen que las cosas que amamos nos destruirán al final. Que todo lo que poseemos, lo que sentimos, todo lo que en este momento nos hace felices exigirá su libertad algún día escapando de nuestras manos. Tengo la costumbre de ser yo quien escapa de todo: de lugares, de personas, de músicas que me llevan al pasado... es como tener sed, beber y beber, sin darse cuenta, agua salada.
Esta vez, pienso en “cuando me marche de Rabat”. En la despedida, me imagino abrazando y besando cada uno de los rincones de esta ciudad, siempre iluminada por muy gris que se presente el día. Y de repente me doy cuenta de que no tiene por qué ser así. Esta vez, podría apelar a la eutanasia. Sería muy fácil ahogarse en esas puestas de sol, que con su sangre tiñe al morir el mar de rojo y naranja intenso. Volverse loca con la música chaabi, convertirme en una más de las personas que se desmayan en las bodas a su ritmo. Podría dejarme fulminar por sus ojos rasgados, negros, tan oscuros que rozan la opacidad y me aislan de su mundo... me dejan en la puerta, en las visitas al cielo, en la terraza del tejado cuando el apartamento está lleno, en los viajes prometidos que nunca llegaremos a hacer. Y detrás de la puerta, el islam, del que aprendo, el que me hace más tolerante cuando llego a entenderlo pero me quema la piel cuando se me mete debajo. Me sienta a veces como un vestido que queda bien en el maniquí, pero que nunca podrá ser hecho a mi medida.
Encuentro lo que me hace feliz y esta vez dejo que me mate, dulce y lentamente. Llueve en Rabat, pero eso no hace de la ciudad un lugar más oscuro.
