domingo, 31 de marzo de 2019

Disparan aguarrás.


Son las 21 de la noche y suenan las campanas que lo anuncian. Vivo enfrente de un campanario y me gusta mucho el toque que le da a las ventanas de mi casa, como si fuera un cuadro realista. La última vez que mi padre estuvo aquí, me dijo que le parecía bonito que le resultase bohemio un lugar donde otros podrían ver un muro.
Un amigo que es artista me comentó hace poco que estaba bastante indignado porque en la universidad de Bellas Artes se le enseñaba a citar, a tener un discurso pensado para convertir la obra en el nexo de conexión entre él y el público. Decía que no entendía por qué lo interesante de sus pinturas tenía que ser lo que el autor había querido expresar. Tal vez en el fondo es miedo a pensar por uno mismo.
Ayer estuve a punto de usar este blog como escupidero de desdenes, porque a veces me ofende que me juzguen, pero después le echo un vistazo a la vida y pienso que está tan bonita en forma de cuadro bohemio que quizás me la quieren emborronar por envidia. Hablo de preguntas lanzadas a discreción teñidas de aguarrás para disolver bien la pintura, cuando ven que mi obra es extraña porque a mis 30 no pinto bebés con cara de ángel o paisajes bucólicos o bodegones de fruta disecada a la que apuntan líneas de fuga dentro de un salón donde el resto es sombra. Tampoco enmarco fotografías de dos que sonríen mientras ilumina el flash y después se quitan los palillos que les sujetan las comisuras de los labios para fingir mejor. Miro a mi alrededor y pienso que quien se obliga a querer a alguien solo intenta paliar lo insoportable que se resulta a sí mismo.
Los domingos vuelvo a casa por carretera, me gustan los 45 minutos que me regala de tiempo para hacer limpieza en todas las habitaciones de mi cabeza. He insonorizado las paredes, para dejar de escuchar las voces automáticas que pretenden que me resigne, como sirenas atrayendo a un marinero que conoce bien su rumbo pero se deja llevar por el canto y acaba contra las rocas. También hay un suelo radiante que me provoca mi propio calor y un hilo musical que mi amigo indignado me ha ayudado a instalar para que pueda escuchar la música que más me guste.
Estoy pensando que cuando me muera, quiero dejar un testamento con herencias de bienes no materiales, como un puñado de respuestas que sirvan de escudo a todas esas preguntas y – demandas – que te lanza la gente como rocas lapidantes, para que te doblegues a vivir la vida que te marcan. También voy a dejar una paleta blindada con una gran gama de óleos a prueba de aguarrás.
Como espero que eso no suceda pronto, me dispongo a comenzar la cuenta atrás para mi próximo viaje. Dormiré abrazada a mi seguridad para que no me despierten los mensajes curiosos iluminándome el teléfono como bengalas en la noche.

No hay comentarios: