Estábamos sentadas en el suelo hablando un poco sobre nada, cuando de repente volvió a mencionarle.
Nunca le olvida, y resulta evidente que todos los conceptos le remiten a Él, el autor de la banda sonora de su vida. Pero esta vez me hizo entenderlo de verdad, porque con la música como instrumento se volvió transparente.
Le dio al play con conocimiento de causa y, aún con nosotras a su alrededor, la ví sola, sumergida en cada nota, inundada por las frases que evocaban sentimientos. Dorremifasoles de dolor, a la vez dulce y amargo. Un sabor que no quiere quitarse de la boca.
Paradójica la manera en que el consuelo se regocija dulcemente en el dolor. Y la más cruel: su mente. Porque la sinestesia entre música y sentimientos resulta a veces abrumadora.
1 comentario:
muy buena.........
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