viernes, 3 de agosto de 2012
Overseas.
Hoy el reloj de mi cocina se ha parado a las dos en punto en señal de solidaridad. Es porque llevo días deambulando por mi casa, pensando en el día en que me marche. Hace tiempo que hice de esta punta del mundo mi Ítaca natal y desde entonces sigo yendo y viniendo, sabiendo que la ciudad del mar me recibe siempre con los brazos abiertos. Quizá esta vez sea diferente. Esta vez hay algo distinto en el ambiente porque la vuelta no está fijada, porque la misión que este año me he impuesto es la de irme, aprender y descubrir qué papel puedo yo interpretar en medio de toda esta comedia que algunos siguen llamando país. No me refiero a salir corriendo y mirar desde fuera, como quien se esconde esperando que las cosas mejoren, si no de crecer por dentro para volver y aportar lo que esta tierra, ya cansada de tanta parodia, necesita para volver a creer en sí misma. Y es que ahora España sí será país para viejos, porque los jóvenes preparados y con ganas de cambiar el mundo queremos y podemos hacer de nuestros pensamientos e inquietudes, obras maestras. Por suerte, el tiempo corre a favor del que se va. Es como irse en mitad de la publicidad de una película que continúa cuando regresas. Por eso hoy mi reloj se ha detenido, diciéndome que sea valiente, que no tenga miedo a ser una de esas lagunas que los olvidados tanto reprochan a la memoria.
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