jueves, 16 de mayo de 2013

Big Red Bus.

Desde los asientos de delante del piso de arriba de los buses londinenses, el camino se ve más amplio. Quizá es eso, ahora que pienso, lo que me ha empujado a emborronar de pensamientos algo translúcidos esta hoja en blanco.
Tengo el abrigo empapado porque nunca he sido mucho de prevenir, sino más bien de tener siempre una esperanza intrínseca en que la lluvia siempre acaba amainando.
Me gusta ver el paisaje desde esta ventana porque, a pesar de que el día es hoy gris en Londres -una ciudad que no parece saber de muchos más colores- las líneas de fuga me permiten mirar con perspectiva. Después de meses recogiendo platos sucios de otros, en sentido tanto literal como figurado, al fin mi tenacidad me conduce hacia unas prácticas en mi terreno. No sustituirán mis deberes en la hostelería pero servirán al menos de respuesta temporal a la pregunta ¿qué esperar cuando no sabes lo que te espera?. Y me doy cuenta de que no me espera nada que no vaya persiguiendo. Así que me bajo, me pongo a caminar y recuerdo que, a falta de paraguas, yo siempre llevo capucha.

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