lunes, 28 de julio de 2014

Premonición

Camina encorvada, a pasos lentos, ya no tan seguros como quiere hacer creer. En las comisuras de sus labios se adivinan sonrisas que un día le fueron robadas y en los ojos de otros las que ella regaló.
Tiene los lados de los ojos arrugados de tanto mirar al sol, que ciega a quien juega a echar batallas de aguantar miradas, algo apto solo para quien pueda asumir el fracaso de antemano y aún así quiera intentarlo. Suicidas de corazón.
Sus manos están secas, demasiado rocoso el terreno de camino a una cima que nunca tuvo segura. Es por eso que no lleva anillos, no adorna, no se hizo cirugía plástica en las cicatrices que lleva en el alma, las marcas de un tiempo que sabe que ya no volverá.
Tiene las piernas cansadas porque nunca fue de las que esperan sentadas, nunca le gustó pensar que algún día podría convertirse en ese tipo de gente que tacha los días en el calendario, aunque no espere nada. Sabe que cuando el tiempo se aprovecha, no existen horas ni días exactos. Solo pasa ante nosotros.
Se enamoró del sol de invierno, ese que alumbra y da calor en los días fríos y oscuros, pero aún así decidió seguir encendiendo hogueras, aunque el viento le hizo a menudo pagar un precio muy alto. Sólo quiso ser ella, aprender de las cenizas que quedaban mientras ese sol de enero la calentaba también desde lo alto. Ser ella, que no fue cosa fácil, e intentar que se le reconciliase la vida mientras la pasaba entre puertas de embarque.
Ahora mira a los demás sentada en su estabilidad, ve el brillo en sus miradas sedientas y llenas de ansia, las observa con los párpados pesados, que van cerrándose ahora después de tanto hacer el amor con las pestañas cuando le falló el corazón, y después de tantas guerras desde el balcón para que no la enterrase la arena. Ahora, por fin, observa la vida en calma. 

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