domingo, 31 de enero de 2016

Qais, Leyla y Las Mil y Una Noches.

El Sultán Schariar había sido traicionado varias veces por su esposa. Tanta era la pena y la rabia que sentía que decretó que cada noche, al atardecer, se casaría con una mujer a la que mataría al día siguiente. Muchas mujeres justas pagaron por las pecadoras, cortadas por el filo del corazón herido del sultán. Almendrados los ojos, como casi todos los hombres árabes. Les nacen así porque vienen preparados para entornarse frente al sol. Una barba de no más de tres días tapaba una sonrisa seductora, casi mentirosa, que al abrirse entre unos labios que, de oscuros, eran casi azulados, llamaba al hipnotismo. Muchas, más de cien mujeres, cayeron en el precipicio mortal por el que Schariar las arrojaba apenas terminaba la noche de bodas. Dos o tres puñaladas terminaban para el con la carga que suponía una traición.
Pero llegó Sherezade. La princesa se sentó aquella noche junto a él y vio algo más detrás de aquel corazón lapidado. Empezó a contarle historias que el sultán no quiso dejar de escuchar. Historias que empezaron a paliar su sed de venganza. Sus palabras comenzaron a llenar los vacíos que la ex mujer de Schariar había dejado lanzándole piedras al corazón.
Aún así, a pesar de las historias interminables de cada noche en su alcoba, el sultán seguía muerto de sed. Pensaba en el modo de acabar con la vida de Sherezade y pensaba también en los siguientes cientos de mujeres que estaban por morir. Se preguntaba cuánto poder podía tener el amor, como para dejar que una sola mujer le destruyera. Y ahí estaba la princesa, frente a el, dejando que poco a poco sus brazos la acogieran haciéndole sentir a él protegido de nuevo. Así, el corazón de Schariar se recompuso al calor de unas manos frías, que normalmente delatan a un corazón caliente.
Las mil y una noches no es la única historia de amor y muertes en el mundo árabe. Las hay también equivalentes a las occidentales, como Qais y Leyla, los orientales Romeo y Julieta, misma historia con igual destino, pero seguro que mucha, mucha más intensidad. Lo que la historia no cuenta y de ello estoy segura, no porque lo haya leído en alguna versión extraordinaria, sino porque vivo en un país árabe, donde la mayoría de los sultanes no abrazarían a Sherezade, porque en sus brazos no habría espacio para sólo una mujer y los Qais no morirían por amor. Seguramente el Romeo de oriente lloraría un par de noches la muerte de Julieta para abrir después su alcoba con acceso gratuíto para todas las bailarinas del vientre que se pasaran por la Kasba. En la historia extraordinaria jamás contada -ya que no sería lucrativa- el sultán mataría también a Sherezade, porque a este lado del mundo si hay algo de lo que los hombres carecen es de paciencia.

No hay comentarios: