Que quieres en la
vida? Me dijo. Y no le supe contestar de manera precisa. Quiero un
trabajo estable, que me permita conciliar mi vida laboral y mi futura
vida familiar, quiero a alguien que esté a mi lado, tal como soy.
Que entienda que puedo vestirme como quiera, desde el respeto, sólo
porque ese es mi estilo y porque me gusta el color rojo en mis
labios, me gusta mirarme al espejo y pensar que esa persona me dirá
lo bonita que le parezco con esa falda de cuadros que deja asomar un
poco mis rodillas.
Cuanto tiempo crees
que vas a vivir en Marruecos? Toda la vida? No. Algún día te irás.
Y mi respuesta salió de su propia boca en forma de recuerdo, como un
bucle que se me repite en la vida al igual que las estaciones del
año: primavera – verano – otoño – invierno. Te irás – te
quedas – elmiedoaquetemarches – seguroqueloharás – te irás –
te quedas... Y sin saberlo me veo de repente en el ojo de un huracán
que no sé en cual de las estaciones me dejará.
Y continuó: Yo sí
sé qué quiero en la vida. Esas chicas que ves, las que no dejan ver
un pelo de su cabello, de las que no adivinas la forma de su cuerpo
porque sólo los ojos de su marido tienen acceso a el. Una de ellas
se convertirá algún día en mi esposa. Es difícil de entender, lo
sé, que te dije desde un principio que nuestras culturas son
diferentes, pero nunca te he mentido. Mi futura mujer hablará
conmigo, veré su sonrisa bajo su velo pero nunca sus labios rozarán
los míos, hasta el día en que sus padres me den la bendición y
jure ante Dios que seremos sólo el uno para el otro. Esa mujer me
dará hijos, le compraré una casa y pagaré las facturas, y cuidaré
de ella y ella de nosotros, porque así es como para mi debe ser.
Soy malo, Sara. Soy
un mal musulmán. Salgo por las noches y me gustan las chicas. No
rezo, porque cuando rezas, mirando hacia donde nace el sol – porque
así es como sabemos dónde está la Meca- le estás hablando
directamente a Dios. Y yo siento vergüenza. No puedo echar azucar a
mis palabras y prometerle que lo haré bien, que se acabó, que le
rezaré cada vez que la mezquita me indique las posiciones del sol.
No puedo haber bebido alcohol y haber terminado la noche con alguien
y después llamarle para que me expíe la culpa. Soy humano, no puedo
a veces controlar mis instintos, pero al menos tengo la decencia de
no mirarle a los ojos después de haberle sido infiel.
Y así como soy con
Allah, intento ser también con las personas.
Vino atendiendo a mi
llamada de auxilio, no es fácil tener la cabeza y el corazón en
reposo cuando todo escapa a tu entendimiento, cuando por más que doy
vueltas alrededor de un problema no lo puedo resolver. La X nunca se
despeja, pero en este caso tenía sentido, porque las matemáticas se
resuelven con lógica, pero no la religión ni el amor.
La X es en este caso
un camino hacia el paraíso, un Edén del que no tengo las llaves
porque he nacido en una antesala diferente. Pero hoy me han dejado
mirar por la ventana y lo he visto claro. Gente luchando contra
si'misma para entrar en el, gente castigándose en vida por los
pecados que han cometido, que les alejan cada vez un poco más de esa
puerta y si hay algo que los musulmanes quieren en la vida es
cruzarla, de la mano de una esposa y unos hijos que, cuando hablan
con Allah, lo hacen de manera pura y limpia, desde el corazón.
Hoy he visto más
allá desde la ventana del paraíso. He visto más allá de las
diferencias culturales, de lo que pueda o no significar opresión,
religión, Dios, Marruecos, el Ramadán, las Navidades, comer con las
manos o el tenedor. He visto más allá de faldas cortas o largas, de
lo ofensiva que pueda ser una minifalda en la iglesia o un Burka en
pleno verano al lado del mar.
Hoy he visto una
razón en las diferencias, una verdadera puerta al entendimiento, a
través de los ojos de alguien que solo intenta ser mejor. He visto
que quizás todo valga en la guerra pero no en el amor, que existe un
yo interior, forjado a través del tiempo, condicionado por el lugar
donde has nacido, que es impenetrable, incambiable, pura esencia.
Hoy me he bajado de
un coche llena de paz, la paz que sólo te puede dar una explicación
a corazón abierto. Y así, una parte muy importante de este país me
dio una vez más otra lección magistral sobre lo complejo de los
seres – y las relaciones – humanos.
Metí la mano en mi
bolso, teñí de nuevo mis labios de mi color favorito y seguí
pensando en mi propio paraíso, en vida.
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