domingo, 27 de agosto de 2017

A ellas.

 Cuando llegué a Nueva York no podía ni imaginarme la suerte que iba a tener. Este post no va a ir sobre la nostalgia de lo que dejo atrás ni va a ser tan triste como la despedida que le dediqué a la última vida que decidí cambiar. Este post quiere ser alegre, por vosotras, por la ciudad, por un año de risas y a veces también de penas bien llevadas porque nos teníamos de soporte. Construimos una familia, fuimos un puzzle, el equilibrio perfecto. Un conjunto de piezas bien armadas que siguen casando bien cuando se intercambian. Leyre es la seguridad, vela por que no nos perdamos, por que las cosas se encaucen y que cada plan que hagamos juntas salga bien. Es también un abanico de emociones, que ríe y llora a la vez cuando hace una semana que no nos ve. Es niña y adulta al mismo tiempo y será siempre amiga, pareja, profesional y madre algún día, todo a la vez sin que nada quede desatendido. Cómo me gustan sus abrazos a las 8 de la mañana, traspasando energía.
Con Patri nunca me espero como voy a acabar el día, ella es ternura debajo del flow. Tiene una imaginación gráfica capaz de dibujar escenas surrealistas a partir de la imagen más rutinaria. Supe que conectaría con ella cuando la escuché tararear la música de Mario Bross al entrar en el metro y me dijo que imaginaba a la gente moviéndose mecánicamente como dentro del videojuego. Ahora tengo otra idea de la gente cuando la miro entrando y saliendo de túneles grises. Patri los hizo verdes y rojos y van al ritmo de la música. Ella pone color a la vida y vida a las cosas y no hay nada que no pueda tener algo de gracia si lo ves a través de ella. Es una perfecta pincelada para un día gris.
Marta, con su inteligencia emocional superdotada, es pura libra. Por un lado equilibrio y sensatez, no hay nada que pueda ser blanco o negro, todo podría estar bien, según lo mires. Es mediadora y juicio justo, ella es a quien acudimos en decisiones importantes o que no lo son tanto, porque es sabia y es temple. En Marta me vi reflejada mil veces, sabe lo que es tener tristeza de todas las vidas que no eligió pero sentir que las decisiones han sido sólo suyas y que las ha exprimido al máximo. Aprecia una buena conversación porque sabe que es lo que se llevará al final y siempre quiere seguir aprendiendo. Ama la vida y se le nota cuando baila y se apodera de la sala entera.

En cuanto a mi, espero haber sido calma. Que no es que nada importe, si no que nada es lo suficientemente importante como para dejar que nos estropee todo lo que está por llegar. Espero haberos dicho cuanto os quiero y lo bonitas que sois las veces suficientes. Porque si algo he aprendido de llevar tantos años una vida itinerante es lo importante de dejar esto claro cada día, para que no llegue un día en el que piense que no os abracé lo suficiente, que no os lo hice sentir de verdad.

Claro que me da pena dejar Nueva York. Es, sin duda, la mejor ciudad del mundo. Todas las culturas reunidas en una sola comunidad. Pero ya no puedo seguir con las despedidas, ya me pesan demasiado y ya no puedo permitirme echar raíces otra vez para arrancármelas al año siguiente y que cada año que pasa se me caiga el alma a los pies. Ya no puedo seguir con el oficio de ser nueva en esta o aquella ciudad. Pero si vosotras aun no sentís que estáis lo suficientemente llenas para volver -cada una a donde le pida el corazón- entonces seguid aprovechando cada momento con esa energía que desprendéis y contagiáis, para que sigáis haciéndole la vida un poco más bonita a cada personaje de esta ciudad que se cruza con vosotras. Queréos mucho, niñas, y que os vean bien caminar en esta jungla de cemento que ya se rinde a vuestros pies. Estáis para que tiemblen las aceras del gusto.

Nos comimos el mundo, nos bebimos la vida. Me voy con tristeza, pero qué bonita es en realidad y que horrible sería marcharse sin pena ni gloria.

Nos veremos en una segunda parte, en mi tierra prometida que os estoy deseando enseñar.


GRACIAS.


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