martes, 26 de abril de 2011

Nunca he sido demasiado tradicional. No celebro los Santos. No  expreso mis pensamientos, los llevo hacia dentro y cuando siento que ocupan demasiado espacio los saco por los dedos y los estampo contra este blog.
Leo a Nietzsche, tomo la voluntad de poder como credo y su filosofía como biblia. Hedonista de religión, considero el catolicismo una cárcel basada en represiones y un instrumento para construir jaulas, encerrarnos, y llevarnos a su terreno con la Fé como camino.
Mi cabeza funciona a treinta mil revoluciones más de las que yo puedo soportar, y eso a veces hace que me sature y me encierre en mi misma. Me enfado con todo el mundo y con nadie a la vez, y sólo espero que llegue la noche, porque mi cama es la única que nunca se queja y me acompaña hasta que llega un día nuevo que siempre se presume mejor.
No me conformo con vivir. Quiero hacerlo todo. Quiero encontrarme de vez en cuando tirada en medio de alguna o ninguna parte pensando que lo estoy haciendo bien. Nadie sabe qué sentido tiene esto a lo que llamamos vida, y la verdad es que no creo que lo tenga. Me gustaría creer que si hay algo después de la muerte, es alguien que nos explicará cómo funciona esto del mundo. Dudas existenciales que aparecen en las mentes de aquellos para los que la vida es un absurdo, a saber, quienes somos, de dónde venimos y un largo etc.
Pero como realmente no creo que eso vaya a pasar, que un día no apagaremos la luz, sino que la fundiremos para siempre, me “limito” a hacer planes. Miles de planes y propósitos que voy haciendo sobre mi marcha y que por ahora voy cumpliendo. Escapando de la rutina y de la normalidad, a quien siempre he tenido como enemigas, pero con un miedo eterno: el de tener que sucumbir a ellas por exigencias del guión.
Puede parecer interesante. Toda esa ansia por no parar nunca y por exprimirlo todo. Pero todas esas ganas mías me acaban reduciendo a la estancia en una eterna espera de la plenitud absoluta, que teniendo en cuenta mi ambición, no creo capaz de alcanzar.

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