Me cuestiono la precisión del lenguaje cuando se pone a disposición de los hábitos sociales. Un instrumento tan puro, el gran bastón de apoyo en la compleja red de entramados sociales. El arma con la que luchan los escritores contra sus demonios internos. El alivio que traen unas palabras de consuelo a los oidos del herido.
Pero lo convertimos en mentiras. Traicionamos a nuestra boca nada más mover la lengua.
- Me encanta - dice el cínico.
- Te lo juro por Dios- dice el ateo.
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