Viaje tras viaje, seguía esperando a que despejase la niebla. Llevo tanto tiempo caminando en translucidez que me he acostumbrado. Y ahora me gusta y veo a través de ella. Con las botas desgastadas, cámara en mano, odio el desenfoque y detesto también la nitidez. A veces querría ser más inocente. Es difícil tratar con este mundo. Dando patadas a las piedras levanto polvoredas de ambición que asustan a los hombres. Nómada, itinerante, cualquier barrote es ya una prisión. Los bancos, oficinas, comida rápida, uniformes, tecnologías inservibles… todo hunde mi espíritu. Transcendental, pero no creo en las utopías. El cuerpo es el recipiente que hay que adaptar al entorno. A veces es mejor la evasión que la realidad, porque esa sí que nunca supera a la ficción. Otra vez me tiro en cama e imagino. Que no soy tan fuerte, que no soy independiente, que me gusta estar en casa, que estoy cansada de andar. Me echo a reir. Esa no es mi vida.
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