jueves, 5 de diciembre de 2013

Montaña rusa.

Normalmente escribo en word para luego pasarlo aquí. Ayer tenía algo, pero he vuelto a buscarlo y ya no lo encuentro. Da igual, de todas maneras no era más que basura. Lo que me gustaba ayer ya no tiene hoy ningún sentido y así con todo. Sí, podría decir que mis curvas son también mentales, tengo un estado de ánimo de los del tipo montaña rusa. Qué miedo me dio ayer sentarme en la lanzadera y que poco merecía la pena, pero me dio igual porque hoy miraría a la gente boquiabierta, por debajo de los pies. Oh no.. no pensé en el consiguiente aterrizaje forzoso, entre contestaciones y mal humor que precederían a la otra vez euforia en la alegría de pasado mañana.

Y así lleno las horas vacías, entre idas y venidas de peleas contra mí. Dicen que dejamos de temer a los monstruos cuando descubrimos que el peor de ellos está en nosotros. Me pregunto cómo la gente consigue sobrevivir a sí misma, cómo se ignoran cada día para pulsar el automático e irse a trabajar, qué beben, qué comen, con qué se visten diferente a mi para que no les entre por los poros esa curiosidad, la inquietud, el eterno inconformismo obsesivo-compulsivo que me empuja hacia otros lugares a junto de unos perfectos extraños a quienes conozco de sobras. Son todos pequeñas historias que van llenando capítulos de mi vida en cada avión que cojo hacia otro escenario.
Y es que la realidad impuesta no es más que una prisión. En la que yo invento no tengo lo mejor, pero hago del negro un color alegre, porque puedo, porque estoy viva y no sólo bombeo sangre. En la realidad que yo invento también aterra todo lo que una sonrisa puede esconder, pero hay que destaparla, afanársela, besarla, dejar que te mate y resucitar después... como hay que hacer con todo lo que llama e hipnotiza. Aunque mañana estés volando y viendo a la gente por debajo de tus pies, aunque pasado el aterrizaje sea forzoso. Un día más y volverá la euforia.

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