lunes, 28 de febrero de 2011

Señora en potencia tejiendo en mecedora


La gente tiene tan metida en la cabeza la idea de la pareja que a veces ya no sabes si te apetece estar con alguien o es que tienes que hacerlo porque así es cómo está establecido si no quieres que se te pase el arroz.
La sociedad, tan moderna ella, sigue manteniendo los patrones de la madre naturaleza. Somos bichos al fin y al cabo. Animales que nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Aún a riesgo de que esto pueda sonar inmaduro, yo no quiero crecer. No si crecer significa dejar a un lado tus planes, sustituirlos por una casa con jardín, un marido, un perro y un bebé.
Relojes biológicos e historias inventadas que impiden la evolución del ser humano como único ser inteligente. Aunque imagino que a la gente le da miedo estar sola. Nadie quiere ser esa viejecita sentada en su mecedora tejiendo para sí misma y viendo la ruleta de la fortuna, o cualquier programa que le vaya a preceder en el futuro.
Pero vamos, que ni tanto ni tan poco.
A quien le importa la edad que se tenga “para esto” o “para lo otro”. Con calma y sin prisa que aquí la vida se nos ha dado para disfrutarla. Así me la paso de aquí para allá, solo para tener historias que contar y personas que recordar, que los recuerdos son lo único que cuenta al fin y al cabo, porque sólo el pasado existe. El presente ni lo vemos y el futuro escapa con cada letra que voy escribiendo. Es agobiante el tema del tiempo.
 Además, antes de compartirse creo que hay que conocerse a sí mismo. No puedes darle la mitad de tus manzanas a nadie si ni siquiera sabes cuantas manzanas tienes. En fin, comparación absurda donde las haya.
Lo que sí me produce escalofríos, es la sensación de darme tanta importancia a mí misma que pueda convertirse en egoísmo y ya no quiera compartir. La de ser esa señora en potencia y acabar llenando mi casa con bufandas y jerseys de lana que alguien donará a Cáritas cuando yo muera.
En realidad solo estoy diciendo tonterías, porque se que no voy a estar sola, de hecho pienso tener un hijo aunque no tenga marido, ya veré cómo. Nunca me ha dado miedo. Todo esto que estoy discurriendo, como tantas otras cosas, es culpa de esa maldita presión social a la que, se quiera o no, hay que adaptarse.
Ni siquiera sé porque sigo escribiendo a estas horas, porque son las dos de la mañana. Es sólo que a veces mi cabeza da tantas vueltas que ni me permite dormir. Pero como soy yo quien lleva el mando, estas son las últimas letras que escribo por hoy. Y punto.

1 comentario:

One Papón dijo...

Voy a ser muy breve ... ME FLIPA!!!