jueves, 3 de febrero de 2011

Simply Brighton


Ya sé lo que me gusta de Brighton. Y no es su ambiente discotequero o su paseo marítimo (por muy raro que parezca). Ni siquiera sus calles en forma de cuadrícula curiosamente igual que en Ferrol. No me gusta el Churchill Square, es un centro comercial hiperpoblado como en cualquier otra ciudad. No me gustan los McDonalds y Burguer Kings que ocupan cada esquina, ni la gente que, apresurada, come a las 12 del mediodía una Chicken Burguer para engullirla y poder volver rápidamente al trabajo. No me gusta tener que mirar hacia ambos lados de la carretera al cruzar porque todavía no me he acostumbrado a que aquí en Inglaterra se conduce por el lado contrario al resto del mundo, hasta donde yo he visto al menos.

Lo que me gusta de Brighton está un poco más allá de cada persona que pasea por la ciudad. Está en la gente que viste con tennies all star conjuntados con vestidos de noche y pasa desapercibida. O en la señora que me crucé ayer por la calle, que iba hablando sola, o quizá pensando en alto, con un velo en la cabeza y la mirada fija al frente. Tampoco nadie pareció darse cuenta de esto. O tal vez alguien lo haya hecho, en cuyo caso sonrió para sí y, como yo, se sintió orgulloso de esta ciudad en la que la libertad es un bien común. Pero no creo. Aquí es algo demasiado normal. Y me avergüenza y entristece pensar que en Ferrol tendría una etiqueta y estaría ya en el manicomio. Puede que de hecho ya la tenga y ponga “loca” en letras mayúsculas. Lo cual agradecería en calidad de piropo.

También me encanta de Brighton la señora que conocí ayer en un bar en el que a menudo suena música en directo, comedia y actuaciones de micro abierto. Coincidió que tocaban Jazz unos cuantos artistas que nos remontaron a los años 50. Entre notas que salian de saxos, pianos y contrabajos nos vimos inmersos en esa especie de melancolía que de algún modo alegre consigue evocar en ti.

Esa señora, a sus 90 años, agarró el micrófono y lo fundió con una voz extraordinaria y conservada como congelada a través de los años. Y el público, allí sentado escuchando con admiración, fue consciente de cómo su voz atrapó a la música y se hizo dueña de los acordes. El más afortunado su marido, que miraba embobado y sabedor de la suerte que había tenido.

Lo mejor de todo, las miradas de las personas, abiertas, haciéndome saber que sus mentes funcionaban del mismo modo que la mía. Que se daban cuenta de lo que la música estaba haciendo en esa habitación.

Me gusta el ambiente indie rock que se respira en la calle. Y que Brighton sea sobretodo música.

La foto del amanecer en el clock tower vista desde North Street que nunca estoy lo suficiente despierta para sacar, cuando voy hacia la parada del autobús que cojo para ir a Newhaven a las 8 de la mañana.

Y ¿por qué no? los indios del TAJ, los empleados del Waitrose, el morrisons value, american express y las cuentas fáciles del Lloyds.

Mi casa bohemia a la par que desordenada. Jaime. Elena. Mis amigas como siempre de apoyo. Y Zelda, la excepción a los ingleses, que se irá, pero ya ha dejado huella.

Me gusta sobretodo haber descubierto que aquí era donde estaban escondidos todos los tipos de artistas que no encontraban su lugar.

Y me gustan todos los extranjeros que pretendían venir un mes para aprender inglés y, embaucados, no regresaron jamás a sus casas.

Quien sabe qué seré yo finalmente en medio de todo esto.

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