Paseando por cada poro de mi cuerpo,
mis dedos chocaron de repente contra una arruga. Era pequeña, tan
insignificante que a pesar de llevar ahí ya una temporada supo
esconderse lo bastante bien como para pasar inadvertida. Las arrugas
son las marcas de Cronos, enviadas especiales que informan de los
años que pasan. Llevan incrustados los días que hemos dejado atrás
y nos recuerdan lo efímero del tiempo, siempre cruel, irrecuperable,
incurable, perdido. Por eso nos empeñamos en luchar contra las
estrías de la piel, los pliegues ya implanchables, los tapamos con
planes de futuro, sueños utópicos, fiestas de madrugada y evitamos
las noches de sábado en casa. Negamos los horarios fijos, las
ciudades-casa definitivas, el saber llegar a fin de mes y las
cenas-escenario de conversaciones previsibles con muerte anunciada.
Evitamos cambiar el whisky por el vino, los besos calientes con la
boca entreabierta por esos cotidianos de labios húmedos y cerrados. Renegamos
del terminar el día en la noche y de empezar la vida en el altar. Tapamos las arrugas porque decimos "no" a rechazar a esa pasión que tiñe de rojo el blanco y negro y nos empuja a seguir los días; que nos lanza al vacío sin paracaídas para disfrutar del despliegue
de adrenalina que provoca la caída libre; esa que aunque duela al
final, aunque nos haga sangrar hasta la última de nuestras venas,
nos hace saber que compensa empeñar cien años de letargo por
saborear un minuto a la velocidad de una luz que hipnotiza.
domingo, 11 de noviembre de 2012
sábado, 1 de septiembre de 2012
Blowing in the wind
Me siento en el muelle y huele a
salitre. Mis pies cuelgan sobre el agua y apoyo mientras los brazos
en la barandilla para no caer. Está sucia y teñida de verde musgo,
apenas se ve la superficie pero, aún así, aclara mis ideas. Hay
mucha gente que ha venido a lo mismo que yo. Veo a un chico mirando
hacia la nada, pensativo e inmerso en no sé qué pelea interior que
parece quitarle el aire. Cierro los ojos y pienso. Las piernas me
traen siempre aquí cuando me angustia el paso del tiempo y, a veces,
escribir no es suficiente cuando hay tanto de qué liberarse.
Venir aquí me recuerda que el tiempo
no es lineal, que a veces puedo volver atrás y adelante sólo
activando la memoria. Vuelven los días que pasé caminando de la
mano con mis padres, cuando la propia vida no había barrido aún mi
inocencia y no sabía que mi misma existencia iba a ser de por sí un
conflicto. No conocía aún la dulce tristeza de un recuerdo ya
intangible, o la ansiedad del tedio porque los juegos infantiles no
bastan ya para llenar velozmente los dias. No sabía que en realidad
las historias que nos vendía Disney eran sólo ficción, que ni los
besos te devuelven a la vida ni se muere tampoco por amor.
En mi mp3 canta Bob Dylan, y me dice
que la respuesta está flotando en el viento, aunque no sé muy bien
qué es lo que me pregunto, ni siquiera recuerdo ya por qué me he
sentado aquí. Supongo que la resaca siempre alimenta mi locura y me
nubla la vista, aunque siempre deja un poco de mi para que no me
pierda. Me gusta, en el fondo, esta especie de letargo en el que me
sume el desconcierto, abstraída. Lo que queda de mí es lo que está
mirando el muelle, pero hace tiempo que yo ya me he ido. Cuando me
evado no soporto lo terrenal y me resulta difícil lidiar con el
mundo.
Pero no importa, porque siempre podré
volver para dedicar media hora a esa parte de mi que no encaja en la
comodidad de lo cotidiano y que me aprieta a veces por dentro para
recordarme que no me olvide de que tengo un gran odio, hasta el punto
de que me desborda del pecho, a esa puta manía del tiempo de girar
en círculos, de primavera a invierno, haciendo que me parezca
siempre volver al mismo punto en el que siempre he estado.
Pero como hay cosas contra las que una
no puede luchar, me pondré el disfraz de banal, el de vivir con calma, el de
nadar a favor de la corriente, y en cinco minutos me levantaré y
actuaré como si esta media hora conmigo no hubiera existido.
viernes, 3 de agosto de 2012
Overseas.
Hoy el reloj de mi cocina se ha parado a las dos en punto en señal de solidaridad. Es porque llevo días deambulando por mi casa, pensando en el día en que me marche. Hace tiempo que hice de esta punta del mundo mi Ítaca natal y desde entonces sigo yendo y viniendo, sabiendo que la ciudad del mar me recibe siempre con los brazos abiertos. Quizá esta vez sea diferente. Esta vez hay algo distinto en el ambiente porque la vuelta no está fijada, porque la misión que este año me he impuesto es la de irme, aprender y descubrir qué papel puedo yo interpretar en medio de toda esta comedia que algunos siguen llamando país. No me refiero a salir corriendo y mirar desde fuera, como quien se esconde esperando que las cosas mejoren, si no de crecer por dentro para volver y aportar lo que esta tierra, ya cansada de tanta parodia, necesita para volver a creer en sí misma. Y es que ahora España sí será país para viejos, porque los jóvenes preparados y con ganas de cambiar el mundo queremos y podemos hacer de nuestros pensamientos e inquietudes, obras maestras. Por suerte, el tiempo corre a favor del que se va. Es como irse en mitad de la publicidad de una película que continúa cuando regresas. Por eso hoy mi reloj se ha detenido, diciéndome que sea valiente, que no tenga miedo a ser una de esas lagunas que los olvidados tanto reprochan a la memoria.
martes, 24 de julio de 2012
CMYK
Recuerdo perfectamente el momento en
que me despertó interés. Vi una foto suya sentado en un sofá que
el mismo había pintado de figuras malvas, verdes, amarillas y negras
sobre un fondo naranja. Tenía una pierna sobre la otra y un brazo
echado por encima del respaldo, sujetando un spray en la mano, como
siempre.
Debían ser alrededor de las 8 de la
tarde, porque era verano, y el sol empezaba ya a caer, dibujando una
línea divisoria en su pecho: hacia abajo está ya bañado en sombra
pero el sol aún le pega en la cara. No mira a la cámara, sino hacia
el suelo, pensativo. Como si no se hubiera dado cuenta aún de que ha
traído a la vida un objeto que llevaba años muerto, esperando en un
cobertizo a que la humedad se ocupase de desintegrarlo y sin un rayo
de luz que ayudase a atraer la atención de un salvador.
Pero entonces apareció él, y donde
había un mueble al borde de la muerte, se infiltraron varias capas
de colores llenos de vida.
Su gran virtud, su magia, consiste en
que no sólo los objetos pueden beneficiarse de ella. Meses más
tarde, hizo lo mismo conmigo.
Pasó algún tiempo hasta que pude
darme cuenta de que aquella foto, esa historia del sofá, no era un
caso aislado. Pasaba tardes enteras en un piso medio derrumbado
intentando hacer lo mismo con todo lo que le rodeaba. Las horas
corrían en aquel segundo piso de la calle Magdalena mientras pensaba
qué podía hacer con todos aquellos trastos que cualquier otra
persona hubiera tirado a la basura. Entonces pasó: construyó su
mueble-totem y un armario pequeño y sin gracia renació convertido
en un personaje simpático vestido de colores primarios, siempre
predominantes en esta época de su vida en la que tuve la suerte de
cruzarme con el.
No fue el mueble el primer totem que
salió de su imaginación. Meses antes, cuando descubrió el
potencial de estas figuras que le recordaban a las estatuas antiguas,
empezó a diseñar una tras otra. De una figura pequeña, muchas
veces con forma de animal, salían otras a partir de su cabeza que
nacían hacia arriba conduciéndose a sí mismas hacia la cima, y de
los pies y brazos de la misma primera figura, echaban raíces otras
hacia abajo formando la base. Es difícil describir estas obras con
palabras porque, como el me dijo una vez, la mejor manera de explicar
es hacerlo con imágenes. Y cuando yo lo intento, acabo perdida entre formas y planos de color, y admito
que la mía no es la mejor manera de intentar contar lo que el
expresa.
Pero Pablo no es Pablo sin su
furgoneta, una T3 California Vanagon que forma parte de su esencia.
Me dice, que no sabré lo que se siente hasta que
duerma en ella, coma en ella y me duche en ella. Ella siempre está
presente. Creo, sin lugar a dudas, que para el tiene su propia
personalidad y que desde luego es la amiga a la que no pretende
abandonar.
La he visto plasmada varias veces,
sacada de su pensamiento y estampada en paredes y lienzos. Mi
“retrato” favorito, y lo llamo así porque tan presente está en
su vida que sale de mi personificarla, es
un óleo sobre lienzo que representa
una furgoneta T1, como las de los años 60, de la que sale toda la
vitalidad y la luz que también inspiraban esa época. Fue tan
cuidadoso, que se encargó de elaborar el paisaje
circundante, dibujado a pinceladas detallistas, apareciendo así reflejado
en un costado de ese lobo con piel de cordero.
No fue la única vez que plasmó a
su amor verdadero. Hace cosa de un año le construyó un espejo en la
pared de una ciudad cercana midiéndola con todo detalle y
trasladando después cada centímetro exacto a la pared. El
resultado: una furgoneta a tamaño natural para quien se conforme con
verla transformada en graffitti.
De todo lo dicho hasta ahora puede uno
suponerse que los sprays son su mejor arma. Le gusta pintar en la
pared, sacar hacia afuera algo que sea solamente suyo y pasar a
saludarlo cuando se encuentre cerca. Su amigo el aviador, cuando lo
ve por la malata, siempre le agradece haberle diseñado esa chaqueta
con cuello de meticuloso borreguillo que le aisla del frío en
invierno.
Pero hay un cuadro en especial que habla sobre Pablo por sí mismo, un autorretrato de 2x1,40 metros que
refleja todo lo que el significa. En sus palabras: “el de este
cuadro soy yo, pero podría ser cualquier otro”. Un hombre con
traje y cara de serio bebe vino del caro. En su mano derecha un puro
y en la izquiera un spray. La silla marrón, clásica, contrasta con
la pared de formas variopintas y colores alegres.
La mejor expresión que he visto de su
intención de liberarse de todo lo que huela a clasico sin dejar de
conservar la propia esencia del arte que practica.
Pero Pablo, como artista, está en constante evolución, y todo lo que pueda explicar de el en el presente no será más que una base sobre la que construyó su futuro.
No debe ser nada fácil que tu carrera dependa únicamente de tu inspiración, pero sé que no parará hasta que consiga, cuando menos, que su vocación le sirva para avanzar en la vida, que no tendría ningún sentido para el si tuviera que pasarla en una oficina llena de papeles viendo cómo las horas pasan en un tiempo que no corre a su favor.
sábado, 30 de junio de 2012
Aire.
Dicen los malditos que el pasado siempre vuelve. Que entra sin llamar y te empuja con fuerza dislocando las historias que llevas a cuestas en las espaldas. Que un día llega y, por la fuerza, te convierte en su títere y te sujeta con cuerdas, bien fuerte. Y no puedes hacer otra cosa que dejarte manejar, admitir que te ha convertido en varias personas: la que has sido, la que eres y la que pretendes ser. Hoy el mal tiempo me ha traído nubes negras. Y he querido ser viento.
Si yo fuera viento, podría colarme en todas las vidas de la gente que no soy. Podría pasar inadvertida, sin pasado ni presente. Ser solo una brisa que acariciase tu pelo y tu cuello y que así me quisieras en tu vida sin recordar que mi presente es sólo una página de una historia a la que, a veces, ataca el pasado. No podrías dar marcha atrás y ver que un día fui alguien que robaba abrazos y regalaba besos escondida en habitaciones ciegas, confiando en que las paredes fueran mudas y sus tabiques sordos.
Me querrías si fuera aire, porque mi transparencia te dejaría ver sólo lo que ahora soy. No llevaría por dentro más que lo que hoy queda de mi y que tanto te gusta. La yo del presente, la que por ti duerme en el suelo y te da una parte de ella, con lo mucho que le cuesta. Sería etérea, y así el pasado no podría empujarme porque la gravedad le haría caer a través de mi.
No tendrías que hacer como si no me vieras a veces atrapada por este maldito inconformismo que a veces me ahoga y otras me da la vida.
Pero yo soy agua y no aire, todo lo que arrastro conmigo se queda en el fondo. Tendré que seguir viendo cómo a veces la yo del pasado a la que nunca querrías sale de la profundidad y te golpea a ti en mi lugar, porque un día entraste tú con la condición de que ella se fuera.
Pero sé que algún día seré aire, porque cuando no lo soportes más, no querrás dejar ni un recuerdo.
Si yo fuera viento, podría colarme en todas las vidas de la gente que no soy. Podría pasar inadvertida, sin pasado ni presente. Ser solo una brisa que acariciase tu pelo y tu cuello y que así me quisieras en tu vida sin recordar que mi presente es sólo una página de una historia a la que, a veces, ataca el pasado. No podrías dar marcha atrás y ver que un día fui alguien que robaba abrazos y regalaba besos escondida en habitaciones ciegas, confiando en que las paredes fueran mudas y sus tabiques sordos.
Me querrías si fuera aire, porque mi transparencia te dejaría ver sólo lo que ahora soy. No llevaría por dentro más que lo que hoy queda de mi y que tanto te gusta. La yo del presente, la que por ti duerme en el suelo y te da una parte de ella, con lo mucho que le cuesta. Sería etérea, y así el pasado no podría empujarme porque la gravedad le haría caer a través de mi.
No tendrías que hacer como si no me vieras a veces atrapada por este maldito inconformismo que a veces me ahoga y otras me da la vida.
Pero yo soy agua y no aire, todo lo que arrastro conmigo se queda en el fondo. Tendré que seguir viendo cómo a veces la yo del pasado a la que nunca querrías sale de la profundidad y te golpea a ti en mi lugar, porque un día entraste tú con la condición de que ella se fuera.
Pero sé que algún día seré aire, porque cuando no lo soportes más, no querrás dejar ni un recuerdo.
miércoles, 6 de junio de 2012
Austeridad. O de cómo tratar de engordar adelgazando.
Seguís recortando y les toca a los libros. No entiendo de
ninguna manera que hagáis tambalear nuestro sistema sanitario, pero sí el
educativo. Sabéis, porque lo habéis visto en tiempos de regímenes totalitarios,
que nuestras posibilidades de estudiar y adquirir cultura deben ser paliados,
si no cedidos a unos pocos que piensen a vuestro favor. Sé que no es bueno que
leamos cómo fracasaron mil y una veces las políticas de austeridad que ahora
estáis aplicando. Que descubramos, como pone en mil y un estudios basados en la
experiencia, que despedirnos del trabajo, privarnos del estudio y sujetarnos
mientras vemos como desmanteláis el Estado de Bienestar, es como darnos las
palas para cavar nuestras propias tumbas.
No sé qué será de las próximas generaciones. Por el momento
a la mía se la da por “perdida”. Nosotros, que empezamos la carrera soñando con
un muy prometedor futuro, en el que nuestros esfuerzos en la universidad se
verían recompensados. Hoy, con los estudios terminados, gracias a vosotros ya
podemos ver claro ese futuro en el que los licenciados con másters y
conocimientos de idiomas vivimos acorde a nuestras expectativas. Eso sí, sólo
los que tenemos imaginación.
jueves, 12 de abril de 2012
El regreso
Quizás estés ahora en tu casa, empaquetando tu cosas para irte a algún lugar lejano. Tal vez entre todos esos trastos que has ido guardando durante los años, para intentar agarrar el tiempo, apareza yo.
¿Te acuerdas de cuando llegabas a casa a las 8 de la mañana, derrotada, oliendo a tabaco y a alcohol y con la boca llena de besos con sabor a fracaso? Lo echabas tanto de menos, que cambiaste el cielo por la resaca que dejaba aquella soledad que un día confundías con independencia. Te quemaste por dentro y ardiste de nuevo en la espiral del vicio y el engaño. Quien iba a decírtelo a ti, que cuando te dieron la opcion de recuperar a la persona que solías ser, elegiste perderla por completo. Con lo que tu eres, que tanto te odias como te quieres. ¿Recuerdas quien soy? Me llevabas a los bailes de máscaras y me hacías callar, fingiendo ser todos y a la vez ninguno. Creiste matarme e intentaste buscarme después. Ahora que ha pasado el tiempo, te das cuenta de que te hago falta, de que has agotado los pecados capitales, y de que ahí, donde terminó tu película, empezó la vida real.
martes, 3 de abril de 2012
Amnistía
He cambiado mi blog con la esperanza de que al tener un formato que me gusta más, me anime a escribir un poco más también, para sacar afuera las alegrías y ahogar las penas estando (todavía) sobria.
Me confunden los días ambiguos, ahora que los refranes han dejado de tener sentido con esto del calentamiento global. En abril, aguas mil, y sin embargo entra el sol por mi ventana. Pero yo ya tengo el sentimiento de lluvia acomodado por dentro, y este sol de primavera hace que me duela la cabeza.
Me acurruco en una manta, aunque ya no sé si tengo frío o calor, y pienso. Me pregunto si he cambiado, igual que el tiempo, si sigo llevando a cuestas el sentimiento de culpa por estar orgullosa de los pecados de los que no me arrepiento, o si me sigo queriendo como a nadie más. Egoísta, me concedo amnistía y libre, o quizá ya no tanto.
Tal vez siga llorando entre abrazos, o quizá el karma me dé una patada un día de estos. Pero hoy me he levantado y me he mirado al espejo. Qué sorpresa, sigo siendo yo.
lunes, 13 de febrero de 2012
Regalo de San Valentin
Tiene el pelo muy negro, corto, y una barba del mismo color, que a veces pincha y otras hace cosquillas. Cuando pasa esto último puede llegar a hacerme reir de la manera en que se ríen todas las personas que aunque tengan momentos tristes, irradian felicidad desde lo más hondo.
Tiene los ojos marrones, o verdes, según esté activo o cansado, pero siempre profundos, disparando ese tipo de miradas que inutilizan la voz.
El rincón que más me gusta de su cuerpo es ese espacio que hay en la esquina entre su boca y su nariz, donde habita un pequeño lunar que me imanta los labios.
Un segundo espacio favorito, entre los muchos que podría enumerar, es el que hay entre su cuello y su oreja. Huele tan bien, que podría vivir solamente respirando ese aire.
Él es el sol del invierno, el que alumbra y da calor en días de frío.
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