Es
domingo, técnicamente lunes porque pasa ya de medianoche. Estoy en
mi escritorio intentando concentrarme en escribir, porque la
situacion hace que sea necesario sacar esto a relucir y yo soy el
unico reportero que puede describir este lado del mundo con precisa
exactitud. Soy corresponsal, aunque esta vez me encuentro en casa y
desde el viernes llueven bombas. La primera cayó hacia las 22.30 de
la noche muy cerca de mi casa e hizo temblar los pilares. Venir de
vez en cuando y echarme a andar por cada una de estas calles
diseñadas a propósito de manera perpendicular suena a suicidio en
plena guerra, pero uno no puede evitar querer volver al origen aunque
sea sobre un suelo hecho ruinas.
He
elegido ser un hombre en esta historia, porque crei que sería más
apropiado por la dureza de las facciones de esta guerra. Tengo los
rasgos muy marcados, la piel oscura y los ojos bastante hundidos con
forma de almendra. Camino con las manos en los bolsillos como lo hace
quien no le importa demasiado a donde va y me gusta el tabaco rubio,
porque reduce la distancia entre la expectativa y la ansiedad. No soy
de los que leen, o más bien miran, revistas con mujeres desnudas ni
me gustan las noches artificiales que se fabrican los que frecuentan
los bares en busca de falso amor. Por eso al llegar me puse a andar
sin rumbo fijo, a pesar de la alerta roja que ya se habia anunciado
en la zona.
Nunca
me ha gustado conformarme con mantenerme a raya por el riesgo que
suponía una alerta y es por eso, de hecho, que me hice en su día
reportero de guerra. Hay que ir, ver y contar aunque la noticia queme
en los ojos y al escribir sobre ello sientas la historia en tu piel,
tan vivida de verdad... Hay que ver y oir para creer y asumir la
realidad.
La
contienda que estoy viviendo ahora empezó hace ya meses, en el sur,
allá donde la arena del desierto llega a nublarte la vista, y
continuó hasta ahora, cuando un golpe certero dio en terminarla de
manera amarga pero ya obvia y pude ver desde mi ventana a mi bando
sacando bandera blanca, que no ha tenido más remedio que rendirse
después de intentos e intentos de tregua, porque el contrario sufre
y termina por cambiar y tomar un camino de no retorno en el que no
hay lugar para el perdón.
Después
del último golpe, viene el proceso de reconstrucción. Por suerte,
los aliados son suficientes, fuertes y experimentados, y aconsejan
prestar atención al pasado para entender lo que ocurre en la
actualidad. La historia, una base del periodismo, es algo que debe
tenerse siempre presente para poder mirar de cara al futuro. Por mi
parte, me he convertido ya en observador objetivo, después de cometer
el error de implicarme y rendirme a demasiada subjetividad, pero ese
es un fallo humano, el de adentrarse demasiado en las historias y,
sobretodo en tiempos de guerra, es algo que no se debe hacer al menos
sin chaleco antibalas. He vuelto después de otra ronda de
reconocimiento sobre la ciudad, son ya la una de la mañana y huele
más a derrota que tregua, pero para cambiar el color de las cosas he
pintado las paredes color verde y en mi radio suena ahora Eric
Clapton.
