Estás sola, en un descampado, y llueve.
Desde el cielo, también.
Sabes que mañana amanecerás resfriada, pero simplemente no puedes moverte. Estás ahí, impasible. Ni un árbol al abrigo del que cobijarse.
El olor a césped mojado es ambiguo, te recuerda a todas las batallas libradas en ese campo, sola, y te sientes como el veterano de guerra. Enganchado al morboso poder de las trincheras, pero las heridas abiertas son ya tantas...
Y de repente, justo en medio de la nada, lo ves venir a lo lejos. Aparece en un claro de luz y en su mano derecha sostiene un paraguas. Se acerca hacia tí, no dice nada y te seca la cara. Estás cubierta y la humedad se ha ido. Mañana ya no habrá fiebre. No hay agua por fuera, aunque es invierno y sigue cayendo a mares. Para curar lo que hay dentro, un abrazo. Y la sensación crece, como el amor, crece.
Debe ser eso por lo que la gente si no muere, mata.
martes, 8 de noviembre de 2011
viernes, 4 de noviembre de 2011
Una mujer
En la mano derecha un teléfono y en la izquierda un bolígrafo.
Camina con paso firme y decidido, como reina de los Unos, ella también derriba muros. Atrás, en el pasado, sólo deja cenizas.
La falda muy corta, pasión, y tacones bien altos, a juego con su ego. Salvaje la melena, poderosa, sansonil.
La manera en que viste es también la manera en que expresa su interior. Puede hacer lo que quiera, y lo sabe.
Superficial en su vestidor y profunda descalza, en la playa.
A veces su independencia y egoísmo se fusionan y confunden. No sabe mucho de sentimientos, de esos que explican en los libros y que promocionan en las películas americanas. Esos que dan de comer a las empresas el día de San Valentín. Pero cree haber descubierto ya el amor verdadero: el propio.
Amarrarse, comprometerse... tienen que asegurarle el paraíso entre rejas para meterse en una cárcel por su propio pie. Tiene pareja, o como ellos dicen, son compañeros. Ninguno roza el límite, conscientes de que nunca se llegarán a conocer. Pero están ahí, el uno para el otro. Querer entrar más allá es añadir barrotes. Y ella, sobretodo, tiene claustrofobia. No está sola, pero podría estarlo. Se tiene a sí misma.
Enemiga de Freud, quien asevera que la mujer es un hombre castrado. Cree en la igualdad, pero puestos a elegir, el hombre es una mujer con protuberancias.
Fría y caliente, exagerada y liviana. Egoísta... pero cómo se entrega en el amor y en la guerra.
Camina con paso firme y decidido, como reina de los Unos, ella también derriba muros. Atrás, en el pasado, sólo deja cenizas.
La falda muy corta, pasión, y tacones bien altos, a juego con su ego. Salvaje la melena, poderosa, sansonil.
La manera en que viste es también la manera en que expresa su interior. Puede hacer lo que quiera, y lo sabe.
Superficial en su vestidor y profunda descalza, en la playa.
A veces su independencia y egoísmo se fusionan y confunden. No sabe mucho de sentimientos, de esos que explican en los libros y que promocionan en las películas americanas. Esos que dan de comer a las empresas el día de San Valentín. Pero cree haber descubierto ya el amor verdadero: el propio.
Amarrarse, comprometerse... tienen que asegurarle el paraíso entre rejas para meterse en una cárcel por su propio pie. Tiene pareja, o como ellos dicen, son compañeros. Ninguno roza el límite, conscientes de que nunca se llegarán a conocer. Pero están ahí, el uno para el otro. Querer entrar más allá es añadir barrotes. Y ella, sobretodo, tiene claustrofobia. No está sola, pero podría estarlo. Se tiene a sí misma.
Enemiga de Freud, quien asevera que la mujer es un hombre castrado. Cree en la igualdad, pero puestos a elegir, el hombre es una mujer con protuberancias.
Fría y caliente, exagerada y liviana. Egoísta... pero cómo se entrega en el amor y en la guerra.
lunes, 17 de octubre de 2011
Metáfora
Quiero escribir pero a veces creo no recordar cómo hacerlo. Me da la impresión de que las palabras sólo salen cuando llega la tristeza y hace ya un par de meses que no se pasa por aquí. Pero me sigo sintiendo difícil. Intento construir oraciones entre tantas idas y venidas de sentimientos ambiguos, de discusiones sin motivo y marejadas de carácter vacías de sentido. Altibajos que marean, siempre en círculo, vicioso, como viene siendo el aire últimamente. Y siempre girando alrededor del mismo punto. El punto en el que he fijado la mirada y ha cogido forma. O varias formas, porque nunca se define. Impredecible y espontáneo, no se sabe si es final o a parte, pero una cosa tengo clara, incondicional. Y tiene que serlo para estar en mi texto, algo complejo por querer contener las palabras que no se dicen pero que se camuflan entre abrazos. Son tan dulces sus sentencias, que hasta la oración más compleja está deseando terminar.
lunes, 19 de septiembre de 2011
Felpa, pistacho y cinta de carrocero.
El chico es tan desastre que tenía el espejo retrovisor pegado al coche con cinta de carrocero. En realidad, no le importaba lo que pensara nadie, ni la guardia civil metida en sus trajes de color verde pistacho, que recibía su mirada sonriente mientras apuntaba con el dedo índice la parte superior del cristal delantero.
En los asientos traseros, forrados de felpa, descansaban aparatos tan extraños como secadores de pelo importados de américa y una de las primeras televisiones que vinieron al mundo.
Seguramente, algún día, toda esa maquinaria, incluído el coche, acabará pintado de azul, amarillo y magenta.
En los asientos traseros, forrados de felpa, descansaban aparatos tan extraños como secadores de pelo importados de américa y una de las primeras televisiones que vinieron al mundo.
Seguramente, algún día, toda esa maquinaria, incluído el coche, acabará pintado de azul, amarillo y magenta.
sábado, 27 de agosto de 2011
Entre negro y colores.
Es como cuando pronuncias un NO mientras asientes con la cabeza.
Como cuando simplemente no dices nada porque piensas que si no lo pronuncias no se hará realidad.
Es como los mensajes que no mandas, pero que escribes “por si acaso”.
Como un charco en medio del camino. Son sus gotas salpicándote a pesar de haberlo saltado.
Es un casi.
Es lo que aunque quieras, no puedes evitar.
viernes, 12 de agosto de 2011
How can a sunny day be so sad?
Hoy, viendo un video de The Killers, me he acordado de Brighton. Supongo que principalmente por la apariencia de los componentes del grupo, enfundados en pantalones pitillo que desvelan su estilo. O su falta d el, porque cuando un inglés se viste por las mañanas, mete la mano en el armario sin encender antes la luz. Y recorren las calles con tutús color rosa y camisas rojas conjuntadas con zapatos azules.
Pero esta peculiar característica no hace daño a la vista. Al contrario, tiñe de colores el gris de las ciudades de este país al que el sol casi no alcanza.
Brighton es bohemio. A la gente no le importa el dinero, sólo quieren tocar. Con sus guitarras a cuestas frecuentan los bares pidiendo unos minutos de atención. Y eso les llena.
Hasta los banqueros, con su imagen sobria y fría, miran por detrás de las cabinas suplicando auxilio. Y es que allí no hay cabida para la superficialidad. La gente solo quiere rock. Rock, y un abrigo para el invierno.
Desde luego fueron los meses más fríos de mi vida. Pero la gente seguía emanando rarezas. Chanclas con abrigos de visón y gente hablando sola, pensando en alto por la calle, todo alimentaba mi locura.
Y en medio de todo eso, Yo. Pero no mi Yo que se levanta por las mañanas para ir al gimnasio y trabaja de cosas que no le gustan para sacar dinero.
Mi yo que piensa en cosas que no interesan a nadie. El Yo que me gusta. El Yo que escribe.
domingo, 10 de julio de 2011
jueves, 30 de junio de 2011
Bittersweet
Sobre las cuatro de la mañana. A esa hora llegué. Y olía a derrota más que a fracaso. Pero qué bien sabía.
miércoles, 29 de junio de 2011
Resaca de lunes.
Hacía mucho que no escribía. Y hoy no estoy demasiado inspirada así que supongo que este texto no está precisamente destinado a ser ninguna maravilla. Pero tengo que intentarlo, porque es la única manera de que el monstruo que tengo dentro no acabe conmigo cuando lucha por abrirse camino entre mis entrañas y sale a golpes de furia y descontrol. El monstruo, a pesar de todo, es un artista. Y como tal está loco. Solo piensa en luchar contra todo lo que simbolice represión. Como artista es también egoísta y un poco egocéntrico. Quiere salir y tira de mi hacia abajo. De hecho, hace tiempo que he desaparecido.
Normalmente a el le encantan los hombres. Pero no es gay, es que no tiene sexo. Odia a las mujeres por sus tendencias victimistas y suicidas. “Que pobre soy, mira lo cabrón que ha sido X conmigo, voy a encerrame en mi habitación y a pensar que el mundo no vale la pena”.
Pero cuando ve a un hombre, ve muchas cosas. Ve algo sencillo, transparente y simple. Un placer para los oídos cuando te dice lo que deseas, para los ojos cuando tienen la espalda ancha, y en otras ocasiones, para el resto del cuerpo.
Pero los odia también. Odia cuando me hacen dudar de si soy yo quien lleva el control o soy el comodín. Cuando me hace quedar con una veintena y no respondo. No le hago sentir ni un ápice de emoción. Cuando me prueba, me prueba y no reacciono. Odia cuando no me ha dado la orden, tomo las riendas sin avisar y elijo yo. Entonces siento algo, y es en estos casos en los que siempre, siempre, tiene que salir en mi defensa.
Y sigue haciendo que salga a los bares y busque todos los fines de semana en el fondo de los vasos. Pero no queda nada después de haberse derretido el hielo. A veces un consuelo en la euforia del momento. Pero vuelve el dolor de cabeza al día siguiente. Los pensamientos sobre la cama. El vacío.
Y suenan casi siempre canciones de Springsteen, porque sus letras rellenan el vaso incluso cuando el grifo apenas contiene algo potable.
Entonces me siento mejor.
jueves, 2 de junio de 2011
Me cuestiono la precisión del lenguaje cuando se pone a disposición de los hábitos sociales. Un instrumento tan puro, el gran bastón de apoyo en la compleja red de entramados sociales. El arma con la que luchan los escritores contra sus demonios internos. El alivio que traen unas palabras de consuelo a los oidos del herido.
Pero lo convertimos en mentiras. Traicionamos a nuestra boca nada más mover la lengua.
- Me encanta - dice el cínico.
- Te lo juro por Dios- dice el ateo.
Pero lo convertimos en mentiras. Traicionamos a nuestra boca nada más mover la lengua.
- Me encanta - dice el cínico.
- Te lo juro por Dios- dice el ateo.
domingo, 29 de mayo de 2011
Viaje tras viaje, seguía esperando a que despejase la niebla. Llevo tanto tiempo caminando en translucidez que me he acostumbrado. Y ahora me gusta y veo a través de ella. Con las botas desgastadas, cámara en mano, odio el desenfoque y detesto también la nitidez. A veces querría ser más inocente. Es difícil tratar con este mundo. Dando patadas a las piedras levanto polvoredas de ambición que asustan a los hombres. Nómada, itinerante, cualquier barrote es ya una prisión. Los bancos, oficinas, comida rápida, uniformes, tecnologías inservibles… todo hunde mi espíritu. Transcendental, pero no creo en las utopías. El cuerpo es el recipiente que hay que adaptar al entorno. A veces es mejor la evasión que la realidad, porque esa sí que nunca supera a la ficción. Otra vez me tiro en cama e imagino. Que no soy tan fuerte, que no soy independiente, que me gusta estar en casa, que estoy cansada de andar. Me echo a reir. Esa no es mi vida.
viernes, 20 de mayo de 2011
Un regalo
La vida no vale para nada. No somos nada. Al menos no somos nada más que animales que nacen, crecen, se reproducen y mueren. No hay ningun sentido ni tenemos ninguna misión más que la que nosotros mismos nos encargamos.
Y a pesar de la confusión que pudiera estar provocando con este comienzo, creo que la vida es un regalo.
Sólo por eso, por nacer, por ver nacer a los que llegan, por comer, por poder saborear un gran plato de marisco, por reproducirnos, por poder disfrutar de la causa y después del efecto.
El vino, los amigos, los besos, los abrazos, la playa, el olor de un buen perfume, la lluvia y la tormenta cuando estas en casa tapado con una manta, las risas, carcajadas y las lágrimas de tristeza que te hacen sentir vivo.
Hasta la muerte es también un regalo. Si ella no nos llevara a un final, no tendríamos ansias por vivir. Si una película no tuviera final, no la veríamos con la misma intriga.
Es como el resto de los regalos. Como cuando por Navidad un niño recibe su primera bicicleta. Se sienta, tropieza, cae, duelen las rodillas, mercromina, betadine, incluso a veces hay que darle puntos en la herida. Pasan un par de días, pasa incluso una hora, y el niño vuelve a su bicicleta. Tal vez con más cuidado, tal vez con un poco de ayuda, pero pedalea de nuevo.
Porque los momentos en que ese niño se tira cuesta abajo a toda velocidad, disfrutando del viento en la cara y de la poderosa sensación de ser él quien tenga el control, compensan por más de cien caídas y cien botes de mercromina y betadine.
Y a pesar de la confusión que pudiera estar provocando con este comienzo, creo que la vida es un regalo.
Sólo por eso, por nacer, por ver nacer a los que llegan, por comer, por poder saborear un gran plato de marisco, por reproducirnos, por poder disfrutar de la causa y después del efecto.
El vino, los amigos, los besos, los abrazos, la playa, el olor de un buen perfume, la lluvia y la tormenta cuando estas en casa tapado con una manta, las risas, carcajadas y las lágrimas de tristeza que te hacen sentir vivo.
Hasta la muerte es también un regalo. Si ella no nos llevara a un final, no tendríamos ansias por vivir. Si una película no tuviera final, no la veríamos con la misma intriga.
Es como el resto de los regalos. Como cuando por Navidad un niño recibe su primera bicicleta. Se sienta, tropieza, cae, duelen las rodillas, mercromina, betadine, incluso a veces hay que darle puntos en la herida. Pasan un par de días, pasa incluso una hora, y el niño vuelve a su bicicleta. Tal vez con más cuidado, tal vez con un poco de ayuda, pero pedalea de nuevo.
Porque los momentos en que ese niño se tira cuesta abajo a toda velocidad, disfrutando del viento en la cara y de la poderosa sensación de ser él quien tenga el control, compensan por más de cien caídas y cien botes de mercromina y betadine.
domingo, 8 de mayo de 2011
Domingo
Algo que me gusta de mí es la capacidad de mi mente para evocar pensamientos o formularse preguntas en momentos no propicios y a veces ni apropiados.
Hoy es domingo. Como cada domingo, me he levantado y el sabor es pastoso. Mi piel aún protesta porque cuando llegué a casa no recordé desmaquillarme y trato como siempre de aliviarla con una ducha de agua a veces fría, como si pudiera hacer que el efecto fuera el mismo.
Después de sentar mi cuerpo a la mesa y pulsar el automático, fuerzo a pinchar un par de trozos de carne en el tenedor, pero mi estómago está enfadado y no me deja comer.
Me tiro en cama y dejo que mi mente se vaya.
Hoy me he preguntado si me consideraba una persona culta, y me he respondido que soy más culta que ignorante, y que la balanza seguirá inclinándose a mi favor conforme vayan pasando los años.
Ha sido un alivio.
Pero los domingos son diferentes. Yo soy diferente los domingos. La inexplicable levitación de mi mente cobra aún más fuerza y alcanza la categoría de filósofa.
Siempre he creído que los filósofos no son gente inteligente, en el sentido íntegro de la palabra. Entiendo que la filosofía es un conjunto de teorías inservibles para el mundo al servicio de las mentes de los evadidos.
Yo soy así. Me tiro en mi cama y miro al techo durante dos horas pensando en cosas que nada interesan al mundo. Pienso en lo insignificantes que somos y en lo banal que es nuestra vida, y en cómo la noche anterior intenté darle sentido en los pubs, ahogada entre copas y masas de gente. Demasiada gente, y pocas personas.
Pero vuelve la pastosidad a la boca al día siguiente. Y me siento más vacía de espíritu, y me veo en perspectiva, en ese limbo en que me tiene la continua espera hacia ese sabe Dios qué.
Pero vivo. Y actúo en base a mis apetencias, y rezo a los siete pecados capitales, delitos universales, pero sales para la vida. Los domingos de hecho pienso que la vida sin pecado sería un error.
Pero el amanecer siempre me trae de nuevo al lunes y vuelvo a ser un poco más masa. Un poco más “normal”. Un poco más banal.
martes, 26 de abril de 2011
La otra verdad sobre perros y gatos
- Sabes cari? Creo que un día perderé la cabeza, me volveré loca de verdad.
- Yo no lo creo. Yo SÉ que me volveré loco.
- Pero eso está bien, la locura es un piropo. A mi me gusta como soy, no quiero sonar prepotente pero no me cambiaría.
- Yo tampoco me cambiaría, me gusta mi libertad por encima de todo y me gusta cómo la trabajo.
- Yo no lo creo. Yo SÉ que me volveré loco.
- Pero eso está bien, la locura es un piropo. A mi me gusta como soy, no quiero sonar prepotente pero no me cambiaría.
- Yo tampoco me cambiaría, me gusta mi libertad por encima de todo y me gusta cómo la trabajo.
Nunca he sido demasiado tradicional. No celebro los Santos. No expreso mis pensamientos, los llevo hacia dentro y cuando siento que ocupan demasiado espacio los saco por los dedos y los estampo contra este blog.
Leo a Nietzsche, tomo la voluntad de poder como credo y su filosofía como biblia. Hedonista de religión, considero el catolicismo una cárcel basada en represiones y un instrumento para construir jaulas, encerrarnos, y llevarnos a su terreno con la Fé como camino.
Mi cabeza funciona a treinta mil revoluciones más de las que yo puedo soportar, y eso a veces hace que me sature y me encierre en mi misma. Me enfado con todo el mundo y con nadie a la vez, y sólo espero que llegue la noche, porque mi cama es la única que nunca se queja y me acompaña hasta que llega un día nuevo que siempre se presume mejor.
No me conformo con vivir. Quiero hacerlo todo. Quiero encontrarme de vez en cuando tirada en medio de alguna o ninguna parte pensando que lo estoy haciendo bien. Nadie sabe qué sentido tiene esto a lo que llamamos vida, y la verdad es que no creo que lo tenga. Me gustaría creer que si hay algo después de la muerte, es alguien que nos explicará cómo funciona esto del mundo. Dudas existenciales que aparecen en las mentes de aquellos para los que la vida es un absurdo, a saber, quienes somos, de dónde venimos y un largo etc.
Pero como realmente no creo que eso vaya a pasar, que un día no apagaremos la luz, sino que la fundiremos para siempre, me “limito” a hacer planes. Miles de planes y propósitos que voy haciendo sobre mi marcha y que por ahora voy cumpliendo. Escapando de la rutina y de la normalidad, a quien siempre he tenido como enemigas, pero con un miedo eterno: el de tener que sucumbir a ellas por exigencias del guión.
Puede parecer interesante. Toda esa ansia por no parar nunca y por exprimirlo todo. Pero todas esas ganas mías me acaban reduciendo a la estancia en una eterna espera de la plenitud absoluta, que teniendo en cuenta mi ambición, no creo capaz de alcanzar.
viernes, 15 de abril de 2011
On my own
En su día me dio dolor de cabeza pero ahora me doy cuenta de que realmente sus teorías sirven de algo.
Burke, en su artículo "los dos aspectos del habla", nos dice que el lenguaje tiene dos caras: una comunicativa y otra moral.
A partir de ahí, he llegado a la conclusión de que hay una frase que resume toda la cultura y pensamiento ingleses: "on my own".
Para los gallegos es más fácil de explicar. Cuando una gallego siente morriña no siente lo mismo que alguien que en castellano dice tener nostalgia. Una persona "riquiña" no es ni de cerca una persona linda o cute si nos lo dice un inglés.
Las connotaciones morales y afectivas son literalmente imposibles de traducir.
Así mismo, un español que dice estar "solo", no siente lo mismo que un inglés que dice estar "on its own". "Solo" remite a la soledad, mientras que la expresión inglesa podría encontrar su equivalencia más cercana en el castellano con la de "por su cuenta", evocando independencia e incluso fuerza. Algo comprensible en un país que no siente la necesidad de volver a casa por Navidad, o de hablar con su familia por teléfono al menos 3 veces por semana.
De ahí que me haya dado cuenta de la utilidad de irse a otro país a aprender su idioma, que no radica sólo en la rapidez con que este se absorve, sino también en el aprendizaje con ello de su cultura y forma de pensar.
Burke, en su artículo "los dos aspectos del habla", nos dice que el lenguaje tiene dos caras: una comunicativa y otra moral.
A partir de ahí, he llegado a la conclusión de que hay una frase que resume toda la cultura y pensamiento ingleses: "on my own".
Para los gallegos es más fácil de explicar. Cuando una gallego siente morriña no siente lo mismo que alguien que en castellano dice tener nostalgia. Una persona "riquiña" no es ni de cerca una persona linda o cute si nos lo dice un inglés.
Las connotaciones morales y afectivas son literalmente imposibles de traducir.
Así mismo, un español que dice estar "solo", no siente lo mismo que un inglés que dice estar "on its own". "Solo" remite a la soledad, mientras que la expresión inglesa podría encontrar su equivalencia más cercana en el castellano con la de "por su cuenta", evocando independencia e incluso fuerza. Algo comprensible en un país que no siente la necesidad de volver a casa por Navidad, o de hablar con su familia por teléfono al menos 3 veces por semana.
De ahí que me haya dado cuenta de la utilidad de irse a otro país a aprender su idioma, que no radica sólo en la rapidez con que este se absorve, sino también en el aprendizaje con ello de su cultura y forma de pensar.
domingo, 10 de abril de 2011
"Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos"
No creo en la suerte y ahora que he encontrado una explicación más lógica, mucho menos. Bueno, la explicación ya está patentada desde la Grecia Antigua en los tiempos de Aristóteles. No es la primera vez que creo desarrollar una teoría y encuentro que este señor ya se había hecho la misma paja mental varios miles de siglos atrás.
Hablo del principio de causalidad, ese por el que todo sucede por una razón. Todo se origina por una causa, que desencadena una serie de sucesos que desembocan en el hecho final.
Lo que he calificado, para mi orgullo personal (sin llegar a la egolatría porque seguramente habrá alguien que ya lo haya hecho antes), de original, ha sido su aplicación a la suerte.
Dada mi desocupación, espero que temporal, y para rebelarme a escondidas contra los dictados estatales, decidí adelantar mi edad de jubilación por un día e ir al bingo. Me gasté 20 libras y no gané nada, asi que tratando de buscar otra explicación al azar, llegué a la conclusión de que no fue eso lo que me hizo perder a favor de otros el dinero que había apostado.
En resumidas cuentas, el concepto puede condensarse definiéndolo como "serie de experiencias previas que han llevado a esa gente a encontrarse en una situación propicia para el hecho que algunos llaman suerte". Lo que hizo que esas personas se sentaran en la mesa en la que iba a ser repartido el boleto ganador, pudo ser, por ejemplo, que la mía estaba más lejos de la barra del bar, y según sus experiencias anteriores, decidieron sentarse en la otra más cercana, conscientes de que les causaría menos fatiga el sentarse allí a la hora de ir a por una copa en el descanso.
Hablo del principio de causalidad, ese por el que todo sucede por una razón. Todo se origina por una causa, que desencadena una serie de sucesos que desembocan en el hecho final.
Lo que he calificado, para mi orgullo personal (sin llegar a la egolatría porque seguramente habrá alguien que ya lo haya hecho antes), de original, ha sido su aplicación a la suerte.
Dada mi desocupación, espero que temporal, y para rebelarme a escondidas contra los dictados estatales, decidí adelantar mi edad de jubilación por un día e ir al bingo. Me gasté 20 libras y no gané nada, asi que tratando de buscar otra explicación al azar, llegué a la conclusión de que no fue eso lo que me hizo perder a favor de otros el dinero que había apostado.
En resumidas cuentas, el concepto puede condensarse definiéndolo como "serie de experiencias previas que han llevado a esa gente a encontrarse en una situación propicia para el hecho que algunos llaman suerte". Lo que hizo que esas personas se sentaran en la mesa en la que iba a ser repartido el boleto ganador, pudo ser, por ejemplo, que la mía estaba más lejos de la barra del bar, y según sus experiencias anteriores, decidieron sentarse en la otra más cercana, conscientes de que les causaría menos fatiga el sentarse allí a la hora de ir a por una copa en el descanso.
jueves, 24 de marzo de 2011
Nosce te ipsum
Curiosa realidad que se cobija en la brevedad de los días, escondiendo una fracción de universo tras un velo de pensamientos ocultos que, tranquilos, dejan pasar las horas. Transcurren momentos con sentimientos enzarzados en un duelo entre lo ético y lo incorrecto dándole la victoria al empate. Pero ambos siguen pidiendo revancha. Y avariciosos, piden y piden. Y no se darán cuenta de su ambición hasta que rompan el saco.
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